sábado, 12 de enero de 2013

El pasado...

Pasado y pasado está, pero forma parte de lo que somos ineludiblemente.

Hay que tener mucho valor para atreverse a abrir ciertas puertas, la mayoría de las mas terribles son las que abren aquello que fuimos y que, por defensa propia dejamos cerradas a cal y canto. Todos tenemos momentos oscuros que dejamos arrinconados en el rincón mas recóndito de nuestras neuronas, ese lugar al que los recuerdos se escapan sabiamente para dejarnos creer que fuimos perfectos.

El pasado a veces lo vislumbramos con cierta ternura, disfrazado de fotos en sepia, historias inventadas y mentiras aprendidas, pero la verdad solo pasa una vez, el resto se diluye como el azúcar en la leche tibia.

¿Donde se esconde lo ocurrido?
¿quien es dueño de la historia?
¿como saber quien tuvo o no la razón?
¿que pasó para que todo terminase siendo un borrón encerrado detrás de una puerta cuyas llaves tiramos un día al fondo del mar?

Preguntas, preguntas sin respuestas claras y la timidez de no dejar que aire corra para que el viento no se lleve tu presente, ese que construiste a base de recuerdos en sepia, uniformes de color rosa y juegos interminables.

¿Quien posee la verdad de un pensamiento de niño?
¿que ocurrió realmente?
y...por último y mas importante:
¿Que mas da lo que ocurriera?

La vida nos regaló unos minutos, unos años, unos días y muchos momentos, el tiempo transcurre a velocidades inciertas en las que un segundo suponen años y un año pasa en un abrir y cerrar de ojos.

Solo estoy segura de una cosa y es que perdonarse a uno mismo es lo mas complicado que existe, así que yo decido no abrir mi puerta escondida, no buscar la llave en el fondo del mar y quedarme con mis recuerdos inventados.

Inma Castrejón, la bruja de chocolate....

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