martes, 6 de noviembre de 2012

En el fondo del mar




Erase que se era un niño.

Uno pequeño como un guisante y delgado como un alfiler.

Un día jugando en la playa vio al final del horizonte, justo donde termina el mar, donde se junta con el cielo y nace el color malva, vio una raya de lápiz pintada sobre un cuaderno de cuadritos.

Lo observó tanto tiempo, que sólo pasó  un minuto.
Pensó :"si pudiera llegar a el....si yo lo atrapara con mi red de pescar camarones..."

Y del patio de su casa pilló una pequeña piscina hinchable y una sábana blanca cuna, que colgaba del tendedero. De la cocina se llevó una escoba, y de la despensa un montón de galletas para el camino. Corrió muy muy rápido a su dormitorio, no quería irse sin su viejo oso de peluche, el pequeño Billy, ese que lo acompañó en cada sueño desde que tan solo era un bebé.Con este equipaje y unos manguitos, se fabricó un barco de plástico, la escoba fue el mástil, la sábana la vela y el pequeño y viejo Billy el timonel.

Arrastró la piscina por la orilla, soltó trapo y con la manos remó y remó dándole órdenes al estropeado oso de tela.
En medio de las olas rompientes tragó agua, mucha, más de la que había tragado nunca, mas de la que le cabía en la barriga. Pasado el primer susto, y agarrando la bolsa de galletas con fuerza, (eran sus únicas provisiones), y a su oso por un oreja, se vio rodeado de azul.
Al fondo del paisaje, allí , en el horizonte mismo, allí estaba su raya de lápiz dibujada, borrosa, como a punto de desaparecer y se apresuró para no perderla, para llegar al borde de su cuaderno de cuadritos. Nunca llegaba, su oso se volvía bancuzco por el salitre, su manguitos se pincharon enseguida, la barquita de goma se arrugó, y a la sábana de cuna, blanca e inmaculada, se la comieron las gaviotas.
La diminuta embarcación, en medio del todo y de la nada, hacía aguas por todos lados. Como una pasita en una olla de sopa, y se fue hundiendo y hundiendo hasta desaparecer de la superficie.

Mimo, que así se llamaba el niño, se llenó la boca de aire y se tapó la nariz con una mano, con la otra agarraba su empapado oso de trapo y se dispuso a aguantar el oxígeno todo lo que pudo.
Sintió como caminaba por la arena del fondo y con la boca muy muy cerrada, para no ahogarse, los carrillos muy hinchados y los ojos en forma de O,se le acercó un pequeño berberecho que le dijo chasqueando su concha:

"-Mimo!.....este mar es mágico, suéltate  la nariz, podrás respirar sin problema....."

El chico no quiso creerlo. Su padre le contó que era peligroso respirar bajo el agua y el era un niño obediente (aveces). Pero cuando ya no pudo más soltó el poco aire que le quedaba y ¡magia!, no pasó nada....

Definitivamente su padre estaba equivocado, ¡se podía respirar bajo el mar! Pero la sorpresa fue mayúscula cuando, ¡jop!, se le encogieron los bracitos. Las manos, las manos se volvieron aletas, y sus patitas de alfiler se unieron en una sola, y se retorcieron en forma de caracol. La nariz se le alargó como una trompeta y el pelo se le puso tieso como cresta  y de colores, ¡hasta le salieron dos antenas! y su piel se pintó de coral...¡Era un caballito de mar!!

Cabalgaba sin problema por todo el fondo, respiraba y soltaba pompas grandotas, con ritmo y luego las explotaba con su trompa, o jugaba a la pelota con ellas, y se las pasaba al inmóvil berberecho que se reía batiendo sus valvas riendo a carcajadas...
Preguntó a unos peces payaso si habían visto la raya de lápiz azul aguamarina, y se indicaron casi muertos de la risa.
Llegó a una fosa profunda, donde las medusas bailaban al ritmo de música disco, con las luces fluorescentes de sus melenas a lo rastafari. Una de ellas agarró a Mimo y lo subió al columpio que guardaba entre sus tentáculos venenosos con mucho cuidado de no dañarlo. Lo pasearon por las mas profundas profundidades del mar profundo, donde el agua es de gelatina fría, y la corriente le masajeaba todo el cuerpo. Las luces fluorescentes la gentil medusa, le dejaban ver pequeños bancos de calamares que se les quedaban mirando a su paso y escupían una tinta negra como el propio mar. Todo un paseo en una montaña rusa, hacia arriba y bajando bruscamente. Mimo sonreía siempre, porque se sentía feliz y tenía cosquillas en uno de sus tres estómagos.Finalizado el trayecto la medusa lo depositó en una zona rocosa, moviendo todas sus patas , se despidió de el.

Entre las piedras mojadas un ejército de cangrejos, rojos y fieros, con sus pinzas amenazantes y sus ojos saltones. Afilaban su armamento mientras se acercaban todos a la vez, de lado, sigilosos, dando tres pasitos adelante y dos atrás y así, hasta que llegaron cerquita Mimo.
El mayor de tamaño, que seguramente sería el jefe, le dijo con acento caribeño:

-Questá buçando mijho!!

Mimo, retraído, asustado, con miedo...(hasta ese momento, no había tenido miedo, y le habían pasado muchas cosas)

-¡Señor, sólo buscaba el color malva!. ¿No sabría donde lo puedo encontrar?

Y el fiero crustaceo, se giró, con la intención de convocar una reunión de urgencia, y todos ellos se pusieron en coro, dejando a Mimo boquiabierto.

-Sr. Mimo, usté eçtá jhusto enflente del coló que buçca.....Allí, en la olilla, o e´que está siego?
Y allí estaba, en la propia orilla, rompiendo con las olas, entre el turquesa y la espuma blanca.

Y se fue nadando, moviendo sus aletitas, deprisa deprisa, y se quedó varado en la arena.
Y se le encogió la trompita, y las aletas se le volvieron brazos y en las manos y pies le surgieron dedos y la cresta de punki se le hizo pelo, y su cuerpo se transformó en cuerpo de niño, con patotas de palillo y pequeño como un guisante.......

Y colorín colorado, esta historia, de medusas, de cangrejos, animales nadadores y cuadernos de cuadritos........se ha terminado.

Inma Castrejón, la bruja de chocolate




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